La agencia espacial NASA anunció el inicio de investigaciones sobre el fenómeno de los “fenómenos atmosféricos anómalos”. Este término ha reemplazado a la abreviatura habitual UFO (Objetos Voladores No Identificados).
Primero, definamos la terminología. OVNI se refiere a cualquier fenómeno atmosférico, cuya causa se desconoce. Los investigadores evitaron cuidadosamente llamarlos platillos voladores, naves extraterrestres o tecnología extraterrestre, ya que la definición es mucho más amplia.
Los ovnis pueden incluir bolas de fuego, sondas meteorológicas, vehículos militares secretos e incluso nubes de formas inusuales; en una palabra, absolutamente todos los objetos incomprensibles en el aire. Exactamente con la misma terquedad, el público sigue creyendo que dentro de todos estos “triángulos luminosos” y “castillos celestiales” hay extraterrestres que han volado hacia nosotros desde otros planetas.
De vez en cuando, científicos serios e incluso departamentos militares intentan explicar la naturaleza de los ovnis, pero cada vez el veredicto sigue siendo el mismo: «No sabemos nada».
Incluso la declaración del Departamento de Defensa de EE. UU. del año pasado sobre anomalías en el cielo se puede resumir aproximadamente en las mismas palabras. Al mismo tiempo, hay una creciente evidencia de fenómenos no identificados: los teléfonos inteligentes de la gente común y los radares de los aviones militares registran cada vez más luces extrañas en el cielo y objetos que vuelan rápidamente.
Esta incertidumbre obligó a la NASA a destinar 100.000 dólares al estudio de los ovnis. Francamente, la cantidad es bastante modesta, pero vale la pena considerar que hasta ahora la agencia espacial generalmente ha ignorado el fenómeno. Al menos oficialmente.
Ahora, un equipo de investigación dirigido por el astrofísico David Spergel de la Universidad de Princeton intentará expandir el conjunto de datos OVNI existente para comprender mejor el fenómeno. En pocas palabras, será un intento de los científicos ciudadanos de comprender al menos algo. Dado que toda la información disponible (si la hay) está cuidadosamente clasificada por los departamentos militares.

Mientras tanto, el astrofísico Avi Loeb, ex profesor de la Universidad de Harvard, lanzó una iniciativa privada llamada Proyecto Galileo. Tu objetivo es buscar posibles evidencias de tecnología alienígena en la Tierra.
El investigador argumenta de la siguiente manera: si los ovnis son naves extraterrestres, deben dejar algunos rastros: si no sueltan nueces, al menos radiación radiactiva o algo así.
Por cierto, este es el mismo científico que hizo una fuerte declaración sobre la naturaleza del origen del asteroide Oumuamua, que voló a través del sistema solar. En su opinión, el objeto espacial es una sonda extraterrestre de otra galaxia.
No en vano, fue Avi Loeb quien envió una propuesta de cooperación a la NASA hace unos años, pero la agencia, sin responderle, creó su propio proyecto para estudiar platillos voladores.

Ahora al astrofísico le fascina la idea de levantar fragmentos de meteoritos del fondo del Océano Pacífico. El 8 de enero de 2014, un pequeño “huésped espacial” se estrelló cerca de Papúa Nueva Guinea.
Su velocidad al entrar en la atmósfera fue de unos increíbles 160 mil kilómetros por hora (según algunas fuentes, hasta 210 mil), el objeto se partió en fragmentos que cayeron al agua cerca de la isla de Manus.
Durante todo este tiempo se ocultó información sobre el meteorito, ya que el único instrumento que registró su caída fue un satélite espía estadounidense.
Pero ocho años después, los datos fueron desclasificados y ahora los científicos tienen la certeza de que el asteroide (CNEOS 08-01-2014) es un objeto interestelar que nos llegó desde otra galaxia. Avi Loeb incluso piensa que se trata de un fragmento de una nave o sonda extraterrestre.
El hecho de que las piezas de un objeto tan pequeño no se quemaran por completo sugiere que está hecho de un material más fuerte que el hierro. Esto lleva a los científicos a preguntarse si fue artificial.
En resumen, hoy en día hay muchos proyectos de investigación dedicados a los ovnis, un tema que se evitó cuidadosamente en el pasado. Las discusiones sobre la vida en otros planetas se han movido al registro de «ciertamente existe, solo nos vemos mal».
Los científicos y las agencias espaciales están construyendo sondas para buscar microbios en Marte y Europa (una luna de Júpiter), los telescopios están buscando biomarcadores en los espectros de emisión de los exoplanetas. A este ritmo, en unos pocos años, podemos descubrir que los ovnis son de hecho platillos voladores de extraterrestres que estudian la vida en la Tierra.